Quienes tenemos una edad, o incluso más de una, sabemos de la importancia de un órgano que los jóvenes tienden a menospreciar.
Es la vejiga, ese órgano que decide cuántas veces tendrás que levantarte por la noche, y que solo de tanto en tanto te regala ocho horas de sueño.
Agradecido porque hoy me permitió, no solo ocho horas, sino incluso ocho y media, he considerado justo y necesario escribirle una oda como las tradiciones mandan: en un soneto.
Siendo cosa buena, de bien nacido, y más en un anciano gentil hombre, sea ricachón, clase media o pobre, al favor grato ser agradecido. Sin húmedo sueño interrumpido, guardián de aguas doradas sin nombre en flujo cuyo volumen asombre y no despierte si sigo dormido. Hoy fuiste, pardiez, asaz generoso con mi sueño plácido, y profundo, así alcancé el hondo reposo. Mi orina guardaste, sigiloso, ¡Toda la noche! dijiste rotundo. Vejiga, tierno órgano valioso.